Juan Pablo Duarte Rúa
Sergio Antonio Jiménez Ruiz
“Uno no los ve, dice un campesino, porque uno
desde que oye decir que viene un grupo de paramilitares, o que viene una tropa
de ejército o lo que sea, uno no espera para mirar. Porque uno no tiene la
seguridad si vienen a conversar con uno o si vienen es a matarlo” (Palacios,
M. pp. 59)
La
violencia, como concepto y objeto nacional de estudio sociológico, empieza a
pensarse tras la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, las definiciones
asociadas a la explicación del fenómeno en el país constituyen un indeterminismo
importante que el autor se propone encauzar. “Palabras, Momentos y Lugares de
un Conflicto Armado Inconcluso” se transforma no sólo en una lección semántica,
sino histórica, de los lugares y momentos surgidos en la dinámica de
confrontación de las élites del poder y las élites guerrilleras. Los primeros
que pensaron sobre la violencia, argumentaron su advenimiento con la metáfora
de una “bola de nieve”: al no mantenerse la etapa “telética”, es decir, la
política orientada por la razón hacia los objetivos, se degeneró rápidamente
hacia la violencia indiscriminada. Sin embargo, la violencia puede rastrearse
desde la campaña independentista, en paralelo con un sistema de valores de
carácter circular, de coacción y de cerramiento sociales en gran escala.
Marx,
complementando a Hegel, mencionó que los hechos no sólo se repiten dos veces,
sino que adquieren carácter de tragedia y comedia en ése orden. Sin embargo, en
Colombia parece ir más allá y convertirse en una espiral enfermiza donde ya no
existe el humor de la reiteración sino la náusea de la habituación: una
habituación en el caos. Los períodos cíclicos
elecciones-violencia-elecciones de un Estado discapacitado,
desfinanciado, incapaz de organizar o representar a la sociedad en su conjunto,
abandona amplios sectores geográficos y sociales nacionales. “¿A quién se
obedece cuando no hay rey?”, El Carnero, de manera irónica, representa cómo la
idiosincrasia de las familias oligárquicas “torpedeaban” desde el principio el
funcionamiento institucional del Estado. Para finales de la segunda mitad del
siglo XX la élite gobernante, al son de Estados Unidos, le declara la guerra a
las drogas y al terrorismo. El Frente Nacional se configura en un
institucionalismo de puerta cerrada descartando la táctica populista. De un
lado, la guerrilla, en estado de despersonalización tras la Guerra Fría; del
otro, los paramilitares, más cercanos a las élites gobernantes, ambas dentro
del juego económico del narcotráfico y la lucha por territorios, impulsoras de
la “modernización mafiosa”. La población civil se socializa envuelto en este
coctel de “países”, discriminado políticamente y excluido socialmente,
imprimiendo en su piel el terror del conflicto. La función que en otra época
ejercía el bipartidismo para configurar identidades en el pueblo, ahora es un
indeterminismo producto del influjo de tantos leviatanes (los “tres países”).
¿Cómo podemos
acabar con el círculo vicioso elecciones-violencia-elecciones?
¿Qué efectos
produciría una legalización del mercado del narcotráfico?
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