sábado, 21 de mayo de 2016

COLOMBIA: VIOLENCIA, DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS ZULETA. Juan Duarte - Sergio Jimenez

COLOMBIA: VIOLENCIA, DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS
ZULETA

SERGIO ANTONIO JIMENEZ RUIZ
JUAN PABLO DUARTE RUA
 
“Y fue precisamente Sartre quien introdujo una característica fundamental en la trayectoria de Estanislao, la exigencia primordial de una conducta paralela a un pensamiento. Pocos conocen la tarea que resulta de hacer de la vida un compromiso ético. No es fácil, en un entorno como el nuestro, asumir la soledad a que obliga la independencia intelectual y la inflexible voluntad de asumir sus consecuencias”. pp. 325
El libro “Colombia: violencia, democracia y derechos humanos” es un compilado de ensayos de Estanislao Zuleta, donde toca temas de relevancia nacional desde las perspectivas sociológicas, filosóficas y psicoanalíticas. Desde muy joven, era un curioso nato. Su vida, entre lecturas, diálogos y pensamiento, lo transformarían en un observador ávido por las respuestas que calmaran la intriga que le generaban las constantes preguntas sobre su existencia, y en consecuencia, lo harían un hábil observador de su contexto: Colombia.
Una gran cantidad de ensayos toman el pensamiento kantiano (la filosofía era uno de los intereses importantes de Zuleta). La ética de Kant, caracterizada por  (1) la valentía de hacer uso de la propia razón, (2) el pensamiento empático y (3) el carácter consecuente de los actos, es de importancia en el pensamiento político de Zuleta, e influirían en su percepción del concepto de democracia.
Sin embargo, para abordar el tema de la democracia, es primordial abordar el tema de la libertad. Zuleta observó acertadamente, que la libertad es esencial para el ejercicio de la democracia. En este sentido, se invierten los términos en la conocida proposición, “la verdad os hará libres”, para darle una significación más acertada: “la libertad os hará verdaderos”. Es en la libertad que el ser humano puede hacer uso de su condición de mayor de edad, y por tanto, salir del pupilaje. La mayoría de edad, según Kant, se iniciaba no con una normativa, sino con una capacidad: el Sapere Aude, o en otras palabras, “atrévete a saber”. Kant diferencia según su uso dos tipos de libertad: uso público y uso privado. El uso público implica el conjunto de actos consensuados que no transgreden la moral esencial para el desarrollo social, en contraposición al uso privado, que prioriza los intereses particulares pasando “por encima” de las normas sociales que mantienen su estabilidad. Un uso público de la libertad sin restricciones implica el pluralismo, característica de la democracia. En cambio el uso privado de la libertad desintegra las conexiones sociales: una cosa es opinar en contra (uso público) y otra cosa es la desobediencia civil (uso privado). A partir de las palabras de Kant, se puede pensar cómo las instituciones que en nuestro país se supone deben ser instructoras de las herramientas heurísticas del pensamiento, se transforman en reproductoras del dogma. Pero, ¿cómo puede suceder esto? ¿cómo puede ser que Zuleta mismo haya decidido abandonar la escuela para continuar sus estudios de manera particular? Resulta impreciso para la respuesta desestimar la influencia que tuvo en su vida personajes como su padre de nombre homónimo, y Fernando González Ochoa, que le introdujeron desde muy joven en círculos intelectuales donde discutían temas filosóficos, sociológicos y psicoanalíticos. Quizá, una respuesta a esta paradoja, es considerar su deserción escolar, sumado a esa excelente compañía intelectual de la que gozó siendo aún niño, como causa de un ejercicio temprano del Sapere Aude. ¿Es entonces su abandono un milagro discreto en la vida de Zuleta? Él mismo lo resaltaba: “Si aquel que sirve de guía, no hace más que obedecer, está pensando con miedo y es incapaz de pensar por sí mismo, se ha logrado, en consecuencia, organizar el sistema de reproducción de todos los absurdos”. ¿La educación colombiana se convirtió en una replicación del absurdo? Una lección que surge de la experiencia de Zuleta, puede sugerirnos preguntas mucho más importantes sobre los objetivos de la educación nacional, ¿somos educados para no ejercer el Sapere Aude?, ¿cómo logramos la ética kantiana en el contexto colombiano?

La democracia en Zuleta es definida por dos aspectos esenciales: el racionalismo y la posibilidad.
Una de las características del pensamiento en Kant y expresado en los ensayos de Zuleta, es la modestia como valor democrático en contraposición con la humildad: “La autocrítica no tiene nada que ver con la humildad: la humildad no hace autocrítica sino se entrega a lo primero que le propongan”. Esto es un punto importante para la comprensión de la democracia desde la perspectiva de Zuleta. La democracia, se ejerce entre sujetos que se consideran entre sí, iguales. Si existe humildad en las relaciones, siempre habrá un acercamiento determinado por sus grados jerárquicos, y eso no es igualdad en un marco de diálogo. Zuleta lo expresó de manera clara:  al igual se le argumenta, y en el mejor de los casos, se le demuestra; al inferior se le ordena, amenaza o intimida; al superior se le suplica, solicita o seduce. A partir de éste marco práctico, Zuleta puede empezar a definir el primero de los dos principios de la democracia: la racionalidad.

El derecho, no es legítimo si no puede ser ejercido por la población. En Colombia, un país particularmente civilista, está asolado por la violencia. Esta violencia particular, no tiene que ver con un estado represivo, es decir, no se trata de que el uso público de la libertad en términos de Kant esté prohibido para la población. Se trata de todo lo contrario: es una debilidad estatal. La historia de nuestra nación, es la historia del sistemático abandono del grueso de la población por las clases gobernantes, que, guiados sólo por su uso privado de la libertad, le hacían zancadilla a los procesos que eran “inaplazables” para el país, practicaban política ilegítima que producía la desconfianza paulatina de los habitantes y destruían los intentos de organización política en éstos. El abandono de los territorios a su suerte, se convierte en un nicho para organizaciones militares extralegales a los que, la población local, debía someterse. La unidad del pensamiento, el dogma, ya estaba impregnado desde las fiebres bipartidistas, y luego con el dispositivo político estatal desarmado en el Frente Nacional, el abstencionismo se generaliza, haciendo al Estado cada vez un ente más debilitado.
Zuleta considera que lo peor para el ejercicio de la democracia, es la existencia de un Estado debilitado. El Estado debe garantizar un espacio social y legal dónde se puedan tener “mejores conflictos”, sin que el desenlace de dicho proceso de oposición resulte en la supresión de un bando. En palabras de Zuleta: “Que sólo un pueblo excéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”. Un pueblo maduro para la paz, es uno que es racional en sus conflictos: la violencia no surge de la miseria, sino de la injusticia social.

La posibilidad, el segundo principio para la democracia en la perspectiva de Zuleta, es la capacidad real de la población de ejercer las libertades conquistadas, y esto es, que no estén incapacitados: que no se los prohiba la vida. La posibilidad, se manifiesta no en lo que se exprese en la Carta Constitucional, sino en las relaciones efectivas de los sujetos concretos en la población. Si no existen las condiciones sociales y económicas para que la población pueda ejercer los derechos, éstos son “letra muerta”: los derechos se conquistan, no se decretan.
La contravía de la racionalidad y la posibilidad en la democracia, es la base del régimen dictatorial, y la erradicación sistemática de las libertades democráticas conquistadas. Se debe concebir a la sociedad, no como una utopía (que en términos de Nietzche, es la muerte misma) sino como un pluralismo totalmente ajeno al dogmatismo que produce los mitos de la unidad, y en términos finales, el terror. Colombia, aunque no sea en términos técnicos una dictadura, sus condiciones propician la extensión de la injusticia social a los muchos lugares donde no llega, y no ejerce su función monopolizadora del poder. La inmadurez de fuerzas que usan la bandera del terror (impulsada por el dogma, por la obstinación en ver como solución a los conflictos la supresión del otro) es uno de los problemas para la democratización efectiva de nuestra nación, que sumado a la debilidad estatal y a la falta de posibilidad de buena parte de la población, generan una nación que siendo rica culturalmente, la injusticia social es la verdadera ley efectiva.

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